Página de Opinión en la que nuestro compañero Dani invitará a pasar por su diván a personas, personajes, acciones, actualidad,etc...

14/02/2012
A por ellos.
Dos mil once ha sido el año de nuestro particular baile de máscaras. Unos se la han quitado con estrépito, exhibiendo torpemente su fealdad, sus verrugas y sus desencajadas sonrisas de dientes mellados y aliento maloliente. Otros por el contrario se la han plantado, sin ser conscientes de que, en su caso, con la goma les hubiera bastado. Lo sé, viene a su mente la cara (de granito) de nuestra querida expresidenta Doña Teresa Rivero, el famoso “A mi el Rayo me suda la poya” del gran humorista Javier Ruiz-Mateos o los Tebas, Presas, Monterrubios y demás ejemplos del empresariaduchismo español que sostiene la espada de Damócles sobre nuestras cabezas haciendo gala de semejante nivelazo día tras día. Para nuestra tranquilidad.
El año dos mil once, como todas las situaciones en las que el mundo parece venirse abajo, ha marcado un punto de inflexión en la historia del Rayo Vallecano. Mucho más profundo que el descenso a Segunda B. Las duras pruebas no son más que una suerte de selección natural para saber distinguir entre aquellos que sienten el Rayo y que con honradez y con ilusión están dispuestos a sacrificar el tiempo y el dinero que no tienen por una pasión, por un barrio, por un escudo y sobre todo por unas personas y por una idea, de aquellos que tan solo lo utilizan como un medio para enriquecerse o medrar. Mientras proclaman a los cuatro vientos su amor a la franja, creyéndonos necios, ignorantes de que los necios son ellos por mantener semejante pretensión ya que, al final, siempre son descubiertos y expuestos al escarnio público.
En la batalla diaria que es nuestro barrio y nuestro equipo contra todos los elementos miles de veces más poderosos tenemos que saber quién es quién. Y tenemos que saber de qué lado estamos. Sobre todo elegir y saber de qué lado estamos y quiénes somos.
Recaiga sobre el rostro que recaiga la máscara de turno, lo que hay y habrá detrás siempre es lo mismo: Personas que ocultan tras sus gritos falsos e hiperbólicos de amor a la franja y de plena dedicación a este escudo una suerte de trepas sin escrúpulos que venderían a su madre si la oferta es medio buena. Mientras exhiben sus amuletos y bailan. Y bailan. Para que los mediocres crean sus cuentos y fantasías de grandeza aprovechando para llevarse hasta la cubertería. Durante más de veinte años muchos creímos en ese cuento que nos contaron. Nos regalaron los oídos, nos bailaron el agua consiguiendo engañarnos. De una parte, de un bando, están ellos.
De otra parte estamos Nosotros. Los Rayistas. No. No es cuestión de repartir carnés de Rayismo. No es eso. No consiste en medírnosla a diario para ver quién la tiene más larga o el número de abono más bajo. No consiste en alardear de nada ni ante nadie. Los Rayistas somos pocos, nos conocemos todos y con una simple mirada a los ojos en uno de esos días en los que tu equipo está en peligro ya sabes que está sintiendo lo mismo que tú. A mi con eso me basta. Todos somos parte de esta filosofía y de este sistema de valores que compartimos por el mero hecho de hacerlo, sin ningún interés ulterior y sin necesidad de proclamar a los cuatro vientos lo mucho que queremos a este club. ¿Para qué? No es necesario. Se sabe. Es público y notorio. Es una forma de ser, de vivir y de defenderse.
La historia de la Peña Rayista Piti y de la gestión de los nuevos propietarios del Rayo Vallecano son el ejemplo paradigmático de lo que quiero decir. Un puñado de Rayistas trabajando con ilusión por algo en lo que creen, que consiguen crecer a un ritmo exponencial, organizar multitud de actos (incluso, mire usted por donde, encontrar patrocinadores) mientras miran hacia arriba observando como los propietarios legales no hacen absolutamente nada. ¿Saben por qué? Porque cuando los Rayistas sufríamos en Salamanca viendo a nuestro equipo precipitarse a Segunda B el señor Sardá posiblemente ni siquiera sabía de nuestra existencia. Porque mientras los Rayistas nos recorríamos los campos de la Comunidad de Madrid, de la península, de las islas, para no dejar solo a nuestro equipo en Segunda B el señor Monterrubio o el señor Tebas andaban enfrascados en esos bonitos ejemplos de gestión deportiva que todos de sobra conocemos. Porque mientras los Rayistas llorábamos en Eibar o en Irún, el señor Martín Presa rezaba en la capilla de Somosaguas recogiendo su abono del Rayo como el que recoge la propaganda del buzón. Y no, no es apelar a la demagogia, sino que querer es poder y está claro que ellos ni quieren ni pueden ni tienen nada que aportar. Ni siquiera dinero.
El Rayismo debe permanecer unido. Debe buscar formas cada vez más democráticas, fluidas y consensuadas de organizarse con el objetivo de arrebatar la mayoría accionarial a Raúl Martín Presa o al enmascarado de turno. Debemos tener claro que esto es Vallecas y que no van a venir salvadores, mesías, jeques ni instituciones a ayudarnos. Que hemos de ser Nosotros los que libremos al Rayo Vallecano del cáncer que le ha salido que no es otra cosa que Nueva Rumasa & Súbditos. Los socios debemos recuperar la propiedad de este club y para ello necesitamos centrarnos en tan difícil labor, conscientes de que es la única manera de garantizar la supervivencia y sobre todo la dignidad del Rayo Vallecano en el futuro. Rayistas, tenemos que creer. Con cantar no basta. Nosotros somos el Rayo. Seámoslo. Seámoslo de una vez.
A por ellos