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Nuestro amigo Joaquín con su especial ironía y acidez promete una sección acorde a nuestras expectativas, desde luego seguro que no deja a nadie indiferente. ![]() 11/02/2012 "Esta noche manda mi falo de ébano". Excalibur, un sábado cualquiera de 2012, 4:12 AM: la noche transcurre de forma normal: melenudos y alopécicos haciendo cola para pagar y entrar mientras las mujeres entran gratis (incluída Amparo Baró, que nada más ingresar al recinto es abordada por siete maromos hambrientos como si se tratara de Cristina Pedroche). Este primer detalle (Amparo Baró siendo víctima de la caballerosidad excaliburiense) deja claro que el Excalibur no es un lugar como otro cualquiera. Es más, si vuestras abuelas y madres entraran, ligarían sin problema (no son precisamente guapas, y lo sabéis). Mientras tanto, en el baño de hombres, se vive una escena de lo más dicharachera: un joven africano (con acento guineano) de indomables ricitos orina tranquilamente (¡ingenuo!). Al cabo de unos segundos se posiciona a su lado (pese a que hay varios meaderos libres) un hombre entrado en carnes con los últimos botones de la camisa desabrochados (dejando entrever unos seductores pelos que asoman por lo alto de su varonil y vallecano pecho) y con un palillo entre los dientes. El hombre en cuestión gira su vista hacia el falo del inocente africano y comienza un diálogo: HEEC (hombre entrado en carnes): Menudo pistolón tienes, ¿no? MNI (muchacho negro ingenuo): ¿Cómo dices, hermano? HEEC: Que esa longaniza es de importación... MNI: (risa pícara) HEEC: (guiño de ojo) El jóven africano, lejos de amedrentarse ante el intento de seducción, se crece, y se dirige hacia la cabina de Dj Espadas con paso decidido. Se cuela en el habitáculo tras dar con la contraseña (ROL), se sube a la cristalera mientras inmoviliza al Dj con su falo guineano a modo de arma y comienza a gritar "esta noche manda mi polla". El caso es que la canción de Warcry que sonaba se corta de forma abrupta y comienza a sonar ' Ai Se Eu Te Pego'. Nadie sabe por qué, pero el caso es que, tras unos 30 segundos de confusión y zozobra, TODOS los heavies del antro empiezan a mover sus esqueletos como si fueran frikys de Copacabana. Es el único momento de la vida de Michel Teló (una mezcla entre Nacho Vidal y Quique de Farmacia de Guardia) en el que éste no merece morir. La única persona que se mantiene indiferente ante semejante espectáculo es Alberto Contador, que se está metiendo unas lonchas de Clembuterol con el cantante de un grupo francés (el cual, envidioso como buen francés, decidió acoplarse). El despiporre es total, los machos alfas allí presentes (recordemos que la proporción hombres-mujeres es 98-2) olvidan todo tipo de prejuicios y arriman cebolleta entre ellos como si no hubiera mañana. Incluso Óscar Sancho (Lujuria), Fortu (Obús), Mariano García y Txus di Fellatio se unen a la fiesta. En medio del descontrol, Casado y Diamanka (que aparecen de repente) rompen un par de tibias (al azar) con total impunidad mientras se descojonan. En uno de los rincones se ve cómo Massiel (una de las pocas féminas allí presentes, sin contar con Amparo Baró, desaparecida en combate) degusta su copa mientras piensa para sus adentros: "jamás había degustado un alcohol de tanta calidad, qué maravilla...." Si bien toda la discoteca es un jolgorio absoluto, todo el protagonismo se lo lleva el joven guineano, que es vitoreado por la muchedumbre mientras cada vez hay menos ropa en su pequeño pero sólido cuerpo. El ruído es apabullante. El bullicio es algo estratosférico. Hay tanto follón que Sandoval desde su habitación lo escucha y decide acercarse (en gallumbos y pantuflas) a saludar, creyéndose (equivocadamente) que los ruídos son cánticos en su favor. Tras forcejear con los puertas (uno de ellos es Dragutinovic y el otro se parece mucho a Ballesteros) logra entrar y comienza a decir que "estaba durmiendo en mi casa, pero la afición se merece esto y más". La gente no lo escucha, pues está ocupada viendo la coreografía de la polla del guineano. Pero nada es eterno y la coreografía del joven guineano se termina en cuanto los primeros acordes de una canción de Saratoga hacen acto de presencia. Todo se vuelve gris. Pero justo en ese momento aparece un muchacho con un megáfono. ¿Es un pájaro? ¿Es un avión? No. Es...Miguelito. Y todo vuelve a tener sentido |
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